01 noviembre 2015

(ciber)Implantes, ese vicio necesario y como colarlo en tu juego

Empieza por la más dificil y luego todo irá como la seda, así que vamos a arrancar con cierto aspecto que, por desgracia, es más célebre y definitorio para el género ciberpunk que el hacer de hacker. Para despistados, este asunto viene de aquí.

Cuando uno se plantea hacer algo, no solo escribir, también incluyo lo de respirar y seguir vivo; es importante la honestidad. Algunos nos renovamos soltando pieles como serpientes, pero seguimos siendo el mismo bicho y debemos recordar en qué andamos antes. No fui máster de Cyberpunk 2020 tanto años porque me fascinara robar paquetes de datos. Demonios, ni tenía entonces un mísero PC. Ciborgs, hombres máquina molones, patadas partiendo columnas vertebrales, armamento implementado lanzando micromisiles y garras de Lobezno (Wolverine) por doquier... era joven. 

Cucha que pintas... no está desfasado ya esto, es que era ya 80 publicando a mediados de los 90

No puede ser uno hipócrita y decir que eso son tonterías de los 80, colmo pulp, porque la literatura clásica ciberpunk tiene mucho de entretenimiento sin más, y obviarlo avergonzado por lo que es, lo que supuso y lo que fui. Tenemos que pensar en dichosos ciberimplantes.

Los ciborg están entre nosotros, se decía. Técnicamente, un puente o implante dental, pectoral (silicona) o los marcapasos vienen a serlo, pero el ciberpunk clásico concibe brazos y piernas artificiales molones para ser más que humano. Se puede hacer cosas prodigiosas contando con la fatiga del metal y otras cuestiones de ingeniería, pero como el bueno de Masamune Shirow nos vino a recordar, un superbrazo con superfuerza no podría levantar más peso que el factible por nuestra delicada columna vertebral, si es que no se desprende antes. Sobre la naturaleza y posibilidades de los miembros artificiales (atención a que uso el presente), hablaremos en otro momento. Con los ciberimplantes debemos atender el mismo problema que la ciencia: que algo sea posible, no da una razón de por sí para que se haga. O dicho de forma llana como lo explicaba Ángel Paredes ¿Quién va a ser tan idiota de cortarse un brazo sano para ponerse uno mecánico?. Pasados muchos años, no tenemos una clara respuesta a eso y el género menos aún, pero trabajemos con posibilidades.


El clásico Cyberpunk 2020 estimaba que era una moda. Que eras más guay, más popular, más sexy y mejor armado si lo hacías. Es pobre excusa. Imagina un mundo como el de Conan y que te preguntes por qué hay tipos musculosos que asolan provincias enteras, dirás a los jugadores que aman la guerra, que la guerra es sagrada para ellos... eso lo necesita tu ambientación, pero un mundo de ficción necesita razones entrelazadas entre si para ser coherente y con ello, más consistente.

Sobre 2007 tuve oportunidad de planificar las líneas maestras y co-desarrollar una ambientación ciberpunk para un juego de rol. La editorial NSR iba a sacar un manual D20 de Mongoose y no tenía ambientación como tal, así que Ángel y yo afrontamos problemas generales del género o de la forma en que conocimos aquella literatura de los 80 plasmada en el juego que quemamos tanto en los 90. Mi solución pasaba por hacer del implante visible, esos brazos serigrafiados y capas cromadas para brillar, como una filia sexual además de moda. El gentilhombre de principios de SXX jamás podría imaginar como alguien se cubriría de tatuajes propios de maleantes, estibadores y marineros (que venían a ser lo mismo para el burgués), se pondría el pelo de colores y se perforara el cuerpo en zonas sensibles (como los labios, por no decir algo peor) solo para destacar, expresarse y sentirse sexy. Concebía todo aquello como una forma de expresión cultural de clases bajas (no las hay medias en el ciberpunk) y a la par que oficinistas pierden tiempo en la web Suicide Girls, ellos tendrían su Cibersuicide Girls. Es igualmente pobre, pero es algo.

Hubo otra posibilidad a sumar esto que se descartó. Para concebirla, hice uso de antropología y de oficio de crear ficción, basándome de nuevo en algo existente. En este caso fue la moda de los pantalones caídos y de talla inadecuada. Su origen fue precisamente los ex presidiarios. No siempre te dan la talla más adecuada y no son muy amigos en la cárcel de servirte cinturones porque pueden ser usados como arma o para ahorcarse. Así que aquellos que en las calles conservaban la costumbre de llevar los pantalones de forma tan ridícula estaban dando una señal clara de haber pasado por prisión y de esta manera distinguirse. En bandas, un pasado de este tipo es una forma de medalla, de rango y de dejar claro que se es peligroso. Así que los novatos y wannabe imitaron. En un tiempo, aquellos que vestían de esa guisa puede que no fuesen relacionados ni con las bandas, ni la cárcel, incluso que no se vieran como peligrosos; pero sí era algo cool y a la moda.

De lo antes contado a los ciberimplantes pasaba usando un sistema similar. Las condenas a trabajos forzados no son ya tan habituales, pero si está estandarizado en EEUU el trabajo voluntario a sueldo en las cárceles, subcontratados. La reducción de pena para salir con algo de dinero en el bolsillo es una buena opción para los reclusos, en cuyo estado, ocupar unas horas al día trabajando puede ser incluso un descargo dada su situación. Sin embargo, es aún mejor opción para los alcaides y la economía de las prisiones, se producen buenos dividendos y de ahí que se haya difundido tanto esta práctica ¿Quién dijo que no había esclavismo?

Mi planteamiento fue el siguiente: presos trabajando en labores peligrosas con maquinaria y construcción, riesgos mutiladores y opciones baratas de permitir al trabajador seguir siendo tal. Un seguro adecuado podría reponer manos perdidas en aserraderos o piernas machacadas por accidentes de almacenes industriales con cibermiembros básicos de bajo coste que, además de permitir reincorporarse, darían buena imagen ante las organizaciones humanitarias. A pesar de poder concebir las opciones de autoimplante de miembros cultivados o la re-implantación si son cortes limpios y se trata rápido la parte seccionada, una prótesis artificial fabricada en serie resultaría mucho más barata

Sumándose a esto, tendríamos una cepa virulenta de algo parecido a la llamada bacteria comecarne de finales de los 80. Se trataba de un estreptococo, habitual de nuestra garganta normalmente, que mutaba y producía un proceso necrótico, consumía la carne, pero debido a estar tan unido tanto a nosotros había desarrollado también las resistencias a los antibióticos que hoy son ya problema en ciertos grupos humanos. En la cárcel de mi ficción habría unas cuantas enfermedades chungas basadas en infecciones de algo parecido que consume tejidos humanos, pero no se preocupen, el Estado se encarga de cuidarles y que puedan tener una vida normal con apaños baratos. Esto, dicho de manera menos políticamente correcta, sería sajar un miembro medio sano que quedaría lastrado o sería caro de curar y ponerte una prótesis para seguir currando por una miseria y ahorrarse el alcaide poner rampas para sillas de ruedas.

El dinero y su fluir es algo a tener muy en cuenta. La competencia de los ciberimplantes en la ficción es, precisamente, los bioimplantes. No es imposible en la teoría cultivar miembros para implantarlos luego, se avanza mucho en este tipo de injertos a pesar de que no se da por posible la reciente noticia del trasplante de cabezas. Regenerarte un brazo debería ser caro, muy caro. Los de siempre, los pobres, tendríamos que recurrir a prótesis modernas, estilizadas (simplificadas y de poca apariencia humana) que fuesen baratas. Estamos de suerte porque YA se están haciendo con impresoras 3D (buscaré el link).
Y si perder miembros en trabajos peligrosos y por infecciones horribles era habitual en la cárcel, los ex presidiarios con ciberimplantes tendrían ese matiz distintivo de tipos duros, y ya la carencia de un miembro para decorarlo, ponerle armas y dedicarse a la moda (absurda si no la justificas) de lo ciber.

Una cosa que vamos a notar y bastante en estos opúsculos, es la tendencia a la realidad a dejarte tirado, siendo más rápida y aún mejor (o peor) que la loca ficción. Nunca se me habría ocurrido que podría haber droga que destrozara partes del cuerpo como una especie de cáncer y que me haría el trabajo de imaginar una razón para que muchos presidiarios y gentes de mal vivir fueren tullidos demandantes de ciberplantes, pero eso es el krokodil. No pongo fotos para no hacerme responsable de las reacciones cuando vean que hace con el cuerpo humano. Es realmente desagradable, y se sigue consumiendo porque es droga barata. ¿Podría circular también por la cárcel?

Cuando te toca pensar en una ambientación ciberpunk te toca afrontar estos dilemas, hacemos con esto un sano ejercicio. Sin meternos hoy en la posibilidad de ciberimplantes como los que le son habituales, está la razón necesaria para que estén presentes, y es que el propio manual de Cyberpunk 2020 se contradecía hasta cierto punto. Recomendaba contar con ellos de forma discreta, como deben portarse las armas ocultas, para no reconocer inmediatamente a un veterano de las guerras centroamericanas y no ir trazando un plan sobre como inutilizarlo nada más verle. Sin embargo, los miembros cromados y los cablecitos decorativos colgando por aquí y por allá eran una constante. Quizás, como ocurre con toda tecnología, hay quien le da un uso cabal, útil e inteligente, y hay idiotas de modas u obsesivos que son consumidas por ellas. Piensen en ello cuando se tomen algo con alguien que mira demasiado las alertas de su teléfono.

Mis opciones no son gran cosa, pero ya es algo más con que trabajar. Aún valoro mejorarlas o encontrar otras. Esto es un ejercicio inacabado. 

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